En Yoga hay un término muy importante conocido como la «retracción de los sentidos», es una fase de la meditación, en la cual, el meditador se absorbe y se une a su núcleo, y se aleja o deja de prestar atención a los sentidos.
Cuando llega este punto, lo fácil es volver atrás y regresar al estado «normal» de relación con los sentidos. El problema es que los sentidos nos atrapan fácilmente en un diálogo sin fin, y por lo tanto, seguir a los sentidos no permite avanzar más allá de ellos.
Ayer estuve viendo y escuchando partes del debate de investidura, en el que los políticos españoles se afanaban en hacer valer sus asuntos y llevar el ascua (el presupuesto) a su sardina. Fue muy interesante ver los distintos talantes y los talentos, y cómo se enfocaban en usarlos para conseguir sus fines.
Una de las cosas que me llamó la atención fue el contraste del discurso de los políticos más populistas, respecto al de los más instalados en los ejes del poder, y también de aquellos que tratan de hacerse ver como opciones serias.
Es muy similar al discurso que tienen los sentidos en uno mismo, en el proceso de hacer una dieta, los sentidos van hablando y mendigando que activemos esas sinapsis nerviosas, a través de los alimentos, olores, tactos, colores, sonidos, visiones, etc.
Y esto es idéntico para cualquier tipo de modificación de hábitos, como por ejemplo dejar de comer ciertos alimentos, o cambiar una costumbre o privarse de algo que suele ser habitual. Los caminos trazados en las neuronas, claman por ser utilizados otra vez, y se crea un ruido y una resistencia, que hay que vencer interiormente.
Sólo cambiando, podemos mejorar, y cambiar, significa hacer cosas distintas, y hacer otras cosas, cuesta, y es «doloroso» porque es más difícil que seguir los caminos preestablecidos, que son lo que yo llamo el populismo, el populismo de nuestras neuronas.
El cambio no es hacer algo diferente, es conscientemente elegir hacer algo diferente, y hacerlo, y mantenerlo, hasta cambiar la costumbre o el hábito.
Un ejemplo de esto son las discusiones, normalmente tendemos a discutir de los mismos temas con las mismas personas, con las mismas formas.
Así pues a nivel de sentidos, lo populista es cuando nuestras tripas nos piden comida rica, que no necesariamente nos sienta bien. Pero como «lo sentimos», pasa a ser importante, y esto entra dentro de la decisiones que tomamos, dandole un peso específico, en función de lo frecuente que se muestre este comportamiento o hábito.
Por eso, es difícil meditar, porque es incómodo, y es desconocido, pero persistir en la meditación y en el abandono de los sentidos sólo puede tener ventajas para nosotros.
Por eso tan pocos llegan a la meta, porque no están acostumbrados a hacer algo que no es lo común y lo que hacemos contínuamente.
Lo bueno viene ahora, el premio, es que cuando accedes a otro estado de conciencia y relativizas el mundo del que has salido, comprendes mejor tus propios procesos y puedes comprenderlos en los demás. Y eso se llama compasión.
Cuando uno es consciente, compasivo y no está entregado a sus sentidos, tu propia presencia mejora el mundo alrededor. Y ese es uno de los grandes motivos para meditar: Realizarse, y contribuir a mejorar el mundo. Menos peleas, menos agresividad, menos tiempo perdido en discusiones, menos Maya.
A meditar!. En próximas entregas introduciremos algunas técnicas super básicas para alcanzar un estado meditativo…
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