Esta es la historia de una parte de mi vida, la cuento sucintamente para enfocarme en el personaje de este capítulo: Pangat.
Pangat, ahora El señor Pangat,
Nació en Francia en verano del 2011 en el valle señorial del Loira, entre Chateaus y mansiones, y algún castillo defensivo.
Nada más defensivo que el propio Loira, a su paso por Blois.
Nació en Fondjouan una finca en el diminuto pero insigne Mur-de-Sologne, una zona antigua de pantanos, desecados en su mayoría, pero que configura una región con mucha agua superficial y bosques de hayas.
En Fondjouan una camada de gatitos apareció a la vez que un festival de kundalini yoga, y Pangat -Ahora el señor Pangat- era uno de ellos.
Por los distintos avatares del destino, yo como encargado de mantenimiento del festival fui notificado, y al final acabé con una de las criaturas.
Un gatito muy mono, fuerte, y tranquilo al que tuvimos que dar biberón.
Pangat es un término que hace referencia a sentarse y comer juntos, es un acto básico de la civilización, que compartimos casi todos los humanos, y muchos gatos. Así que ese fue el nombre que le cayó: Pangat. Sentarse y comer juntos.
El gato creció entre el festival, y el viaje de regreso, y nuestras largas estancias veraniegas en Akhara.
Pero como un buen gato ciudadano moderno, no le tenía miedo al coche, y frecuentemente íbamos y veníamos desde Guadalajara a la finca Akhara, y regresábamos con él.
Al verano siguiente (ya en 2012), el año del fin del mundo -que tampoco llegó a tiempo, hay cosas que empiezan a ser preocupantes-. Pangat ya era un gato macho en su pleno derecho, pero teníamos un plan y lamentablemente le interrumpimos su plan de desarrollo. Como una tía decía de su perro, era Mc balls, y luego ya no, era Mc no balls.
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